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México y Centroamérica: Una Crisis Inminente

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No somos ajenos a la inmigración ni a los problemas que surgen de ella. En la sociedad globalizada de hoy en día, es común saber de personas que se cambian de un país a otro y llegar a conocer a muchas otras que son descendientes de estos migrantes. Las historias de adversidad que las personas han tenido que soportar para vivir mejor seguido forman parte de nuestra herencia a pesar de la reciente retórica política que busca difamar tal memoria. Recientemente hemos sido testigos de desarrollos similares en Europa y Estados Unidos a medida que refugiados de Oriente Medio, África, y México mismo buscan tener un nuevo comienzo allá. Si bien gran parte de los medios de comunicación han cubierto estos eventos, a menudo no escuchamos sobre otras partes del mundo que experimentan similares problemas de inmigración, si no peores.

Tal es el caso entre México y América Central, más específicamente Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras. Al igual que sus contrapartes mexicanos, los migrantes centroamericanos han estado viajando por México para llegar a los Estados Unidos y encontrar una mejor vida en el país del norte por años ya. En verdad, las situación de sus países natales ciertamente no es favorable; violencia, pobreza y una economía vulnerable alientan a sus ciudadanos a esforzarse a tener una vida mejor en los Estados Unidos. Como resultado, miles de personas de Centroamérica ingresan a México cada año y comienzan su viaje hacia el norte.

Este movimiento de personas ha aumentado en los últimos años hasta culminar en la caravana de migrantes que está poniendo a prueba la relación entre los países involucrados. El 19 de octubre de 2018, un grupo de 7000 migrantes centroamericanos, originarios principalmente de Honduras, llegó a la frontera de Guatemala y México con la esperanza de ingresar a México para poder continuar su viaje a los Estados Unidos. El resultado fue un enfrentamiento entre la seguridad fronteriza y los inmigrantes que generó imágenes impactantes de personas desesperadas en buscan una vida mejor y funcionarios gubernamentales que intentan mantener fronteras seguras. A menudo hemos visto contiendas similares en fronteras estadounidenses o europeas, pero la verdad es que la inmigración también es un problema en México.

La actual administración del gobierno mexicano ha propuesto un plan a corto plazo para enfrentar la crisis. El presidente Peña Nieto anunció que esta propuesta implica permitir que las personas ingresen a los estados del sur de Oaxaca y Chiapas mientras se procesa el papeleo de los refugiados. El plan también incluye apoyo médico y empleos temporales para los migrantes centroamericanos. Si bien el plan puede ofrecer una solución a corto plazo a la crisis inmigratoria, la medida en que solucionará la situación es incierta, especialmente porque la actual administración pronto será reemplazada cuando el próximo presidente, López Obrador, tome posesión el 1 de diciembre de 2018.

Obrador también ha propuesto un plan. Su administración ha discutido ofrecer visas de trabajo a los migrantes centroamericanos que desean permanecer en México. Sin embargo, la mayoría de los migrantes no desean permanecer allí, sino que planean llegar a los Estados Unidos. Además, las oportunidades de trabajo no son muy atractivas en México; el país, similarmente a Centroamérica, todavía lucha con altos índices de pobreza, desempleo y violencia.

Honestamente, dudo sobre la eficacia de los ambos enfoques propuestos. Peña Nieto está permitiendo que los migrantes permanezcan temporalmente en dos de los estados más cercanos a la frontera con Guatemala, pero Chiapas y Oaxaca también son los estados menos desarrollados de México. En última instancia, está reubicando a las personas necesitadas en regiones que en sí necesitan ayuda. La opción de Obrador sobre el tema también es inefectiva; la economía mexicana ha mostrado recientemente signos de inestabilidad, y el objetivo de los centroamericanos no es permanecer en el país. Al final, México no está en condiciones adecuadas para ayudar a sus vecinos del sur. Si el gobierno mexicano apenas puede ayudar a sus ciudadanos, ¿cómo podrá ayudar a otros? Sin embargo, debemos entender que ambas respuestas son propuestas algo moderadas para evitar la amenaza de Trump de militarizar la frontera y, lo que es más importante, mantener seguras las propias fronteras mexicanas.

Aunque ciertamente me preocupan las consecuencias diplomáticas que resultarán de esta interacción, me angustia mucho más la posible respuesta del pueblo mexicano. La verdad es que muchos de mis compañeros mexicanos son algo xenófobos hacia los centroamericanos, y lamentablemente, lo veo todos los años cuando voy a casa durante el verano; habrá un migrante pidiendo comida o dinero en la calle, y las personas tienden a despreciarlos o muestran temor al acercarse a ellos. Una opinión común que muchos mexicanos comparten sobre los centroamericanos es que son inferiores a nosotros o que son delincuentes. Esta es una triste realidad que impregna a gran parte de México, y me temo que la crisis en desarrollo puede provocar ataques contra los migrantes.

Mi esperanza es que los eventos en curso no sean una oportunidad para revelar nuestros prejuicios como mexicanos, sino tomar su presencia como una oportunidad para comprender su lucha y descubrir que somos más similares de lo que parecemos. Tanto México como Centroamérica tenemos mucho en común, incluyendo nuestra cultura e historia. A menudo olvidamos que en 1821, ambas regiones alcanzamos nuestra independencia como un solo país. Además, nuestra lucha compartida por una vida más justa y nuestras decisiones de mudarnos a los Estados Unidos deberían hacer que trabajemos juntos, no unos contra otros. Mientras la caravana cruza lentamente la frontera México-Guatemala para llegar a los Estados Unidos, tendremos que esperar y ver cómo se desarrolla la relación entre nuestros países y su gente.